El Gatopardo
Un representante de la nobleza siciliana, el duque Giuseppe di Lampedusa, dejó al morir en 1957 el manuscrito de su única novela, Il Gattopardo. Publicada al año siguiente por Feltrinelli, la novela obtuvo un éxito fulminante. .
La acción de El Gatopardo transcurre en el sur de Italia en 1860, cuando las tropas de Garibaldi y las ideas de Mazzini parecían anunciar el colapso del orden tradicional y el advenimiento revolucionario de una nueva Italia. El príncipe Fabrizio Salina, protagonista de la novela en cuyo escudo nobiliario se destaca la figura de un gatopardo, felino parecido a nuestro gato montés, teme el advenimiento de los nuevos tiempos y el fin de la nobleza. Se entera con horror, además de que su amado sobrino Tancredi se ha unido a los revolucionarios.
Cuando el príncipe recrimina a su sobrino, éste lo tranquiliza diciendo que la familia Salina saldrá intacta, de una manera o de la otra, de la agitación reinante porque, si pierden los revolucionarios, Tancredi confía en que su tío lo protegerá y, si ganan, él estará entre los vencedores para proteger a su tío. Es entonces cuando Tancredi da a conocer una fórmula que deslumbra a Fabrizio: "Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie". Desde ese momento, Fabrizio y Tancredi se asocian en secreto en virtud de un pacto familiar, bien siciliano, que trasciende las circunstancias políticas en las que se hallan envueltos.
"Que todo siga igual" quiere decir que los Salina seguirán por una vía o por la otra al tope de la sociedad siciliana. "Que todo cambie" quiere decir que el predominio de los Salina continuará, de ser necesario, bajo nuevas formas adaptadas a los tiempos modernos. De hecho, Italia se unificó definitivamente en 1870 bajo la dinastía piamontesa de los Saboya, para satisfacción de todos los Fabrizio y los Tancredi que, secretamente, se regocijaban.
La fórmula según la cual a veces es preciso que todo cambia para que nada cambie ingresó en el análisis político, desde el libro de Lampedusa, bajo el nombre clave de gatopardismo.
La multitud se entusiasma en las calles y en las plazas porque cree que todo está cambiando.
En discretos salones, los entendidos saben que todo sigue igual.
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