Arturo Schopenhauer
Nota dedicada a tres jóvenes ingleses de los cuales no conocemos sus nombres
Nota dedicada a tres jóvenes ingleses de los cuales no conocemos sus nombres
La piedad es
como el aire que respiramos, se mete a los pulmones de todos los hombres y las
mujeres, quieran ellos o no.
A la piedad
se le ha considerado como la cosa en sí, la que no depende de ninguna
fenomenología. Como una esencia frente a la existencia. Como una sustancia, no
como un producto.
Pero como
todo puede quedar en la más chabacana de las imaginaciones, o, lo que es lo
mismo, en potencia que no llega al acto, tiene que ser la actitud, los hechos,
las obras, principalmente, la que manifieste esa piedad.
Es en el
nivel de la objetivación de la intención: el dinero contante y sonante. El
dinero o cosa material es el yunque donde se hacen trizas los más bellos
discursos de ética y metafísica. Las herencias no testadas, por ejemplo… O los
seguros de vida…
Herman Nohl
anota en su obra Introducción a la ética:
“La fuerza disminuye, el amor se desvanece, los intereses entran en conflicto.”
"La línea recta frente a la línea quebrada del ideal vital" Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968
Y en ese mismo libro Nohl relata lo que puede tomarse como una acción sin duda de lo que es la bondad. En el hundimiento del Titánic, dice, todos se apresuraron a ganar las lanchas salvavidas. En una de ellas el capitán observó que estaban tres en sobrecupo y que todos morirían. De inmediato, de la manera más libre y espontánea, tres jóvenes ingleses saltaron al mar y se perdieron en sus heladas profundidades…
Después de eso el antropoide del plioceno ya puede escribir con toda autoridad que la bondad no es ninguna fábula.
A la bondad
Kant le llamó de manera más familiar: buena voluntad. Y confirma la idea de la bondad como la cosa
en sí: “No es posible imaginarse nada en el mundo ni fuera de él que pueda
considerarse como bueno sin restricción alguna, con la única excepción de la
buena voluntad.” Y más adelante reitera que lo único absolutamente bueno es la
buena voluntad.
Ese homínido
apareció en algún momento del pleistoceno, al que luego se le llamaría “hombre”. Al principio comía
y cuando estaba harto, se aburría.
Cuando la bondad no llega al acto y sólo se queda en potencia. |
Como los
leones hacen en libertad en la sabana africana después de haber devorado a la
víctima de su caza. Se echan al sol perezosamente y no se mueven hasta que una
leona se le pone enfrente para aparearse (ni siquiera se toma él el trabajo de
buscar
a la leona).
O como hacen
los personajes de Hollywood, que vemos en las películas, que disparan balas
cuando atracan a los pasajeros del trasporte público para robarlos.
O como hacen
los elefantes, y los grandes simios, en la selva, que son como enormes máquinas de comer y descomer.
Schopenhauer
se pregunta si valió la pena que al polvo, en la libertad de sus átomos, se le
tomara para hacer lodo y con él una figura antropoide. ¿Para hartarse con
comida, regar sus espermatozoides por todos lados y después
morirse de aburrimiento?
¿Para qué
una criatura más en el ya abundante horizonte de la zoología?
Es en este
selvático contexto que la apreciación de la piedad, que hace Schopenhauer, nos
parece importante.
Igual se
refieren a la piedad San Agustín y Santo
Tomás de Aquino, sólo que ellos son religiosos y es normal que traten el tema de la piedad.
Pero que un
viejo pensador cascarrabias, al que se le tiene como paradigma de escepticismo
y dueño de una filosofía que no deja títere con cabeza ( empezando por Hegel),
misógino hasta más no poder, y además declara que él escribe para nuestros
bisnietos, porque las presentes generaciones ya están muy contaminadas por esa
basura a la que se llama filosofía (sic)... que alguien como él escriba tan
respetuosamente de la piedad…
Lo dijo
Jesús “dar sin ver a quién”
De esto se
ha aprovechado la “industria profesional de la limosna” de todo el mundo. Nos
acordamos de Víctor Hugo y sus Calle de
los Milagros, en el siglo diecinueve y, en el centro de Coyoacán, Ciudad de
México, en pleno siglo veintiuno, también tiene lo suyo.
Sin dejar de
aclarar, para no medir con tabla rasa, que en los países de economía precarizada hay gente que
genuinamente necesita que se le socorra.
Desde sacar una moneda de la bolsa del pantalón hasta los programas de emergencia instituidos por los gobiernos. En los países del primer mundo tienen el seguro del desempleado, etc.
El cine
mexicano del siglo pasado también tomó como tema al profesional de la limosna
para hace su película Dios se lo pague protagonizada por Arturo de Córdova.
En el día pedía limosna en la puerta de un templo, por la tarde pasaba una limusina
por él atrás del templo, y por las noches, ya despojado de su disfraz, se
ponía su bata de seda y con una copa de
coñac en la mano vivía como príncipe en su lujosa mansión.
Todo esto no
detiene a Schopenhauer cuando escribe: “La piedad sola es el principio de toda
justicia libre y de toda verdadera caridad. La piedad es un hecho incontestable
de la conciencia del hombre. Le es esencialmente propio y no depende de nociones
anteriores, de idea a prior, religiones,
dogmas, mitos, educación o cultura. Es un producto espontáneo, inmediato, inalienable,
de la naturaleza. Resiste a toda prueba y se manifiesta en todo tiempo y país.
Dondequiera que se la
invoque con confianza, se está seguro de que existe en cada hombre y nunca es
contada entre los dioses extraños. El ser que no conoce la piedad se halla
fuera de la humanidad. Y la palabra misma de humanidad es considerada a menudo
como sinónimo de piedad.”
A.Schopenhauer |
“Arthur Schopenhauer 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788 — Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia
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