Cholo “Gauchadas y Mitzves”
Isaías Leo Kremer
Qué había llevado hacia esos pagos al “Cholo” Gaitán? El hombre ya no
recordaba ni el cómo ni el porqué, sólo sabía que ahí estaba y que
seguramente ahí terminarían sus huesos al final de la huella.
Nacido en la zona de Guaminí, criado “a la que me importa”, había
crecido “cuerpeando” a la miseria como pudo, de a poco se hizo hombre y
empezó a “recorrer pampa” ofreciendo sus servicios como domador,
tropero,carneador, y si fuera necesario, se “prendía ala melga” (para
arar), aunque eso no lo entusiasmara.
Así anduvo muchos soles como “bola sin manija”, hasta que sus huesos
fueron a parar por esos parajes secos e inhóspitos, con viento y con
frío y a los que no muchos criollos iban a “hacer patria”.
Los pobladores del lugar eran en su mayoría “gringos”, no se les
entendía casi nada cuando pretendían hablar en castellano, pero no eran
mezquinos cuando se trataba de brindar pan, carne o yerba al gaucho
desabastecido.
Como no eran “duchos” (hábiles) en las labores del campo pese al empeño
que ponían en ello, el Cholo les cayó “como anillo al dedo” y pronto se
lo convocaba para cuanto trabajo requiriera de sus habilidades.
Un día lo llamaron para esquilar ovejas ya que no sabían manejar las
tijeras, otro día para “estaquear” cueros, a veces para amansar un potro
y otras para “sobar grampa” (curtir cueros).
La proverbial bonhomía del Cholo, que siempre se presentaba llevando la
diestra hacia el ala de su chambergo diciendo: “Cholo Gaitán, pa´lo que
guste mandar” hicieron que su figura fuese habitual en los ranchos de
los “gringos” a quienes otros llamaban “los rusos”.
Cada vez que el Cholo efectuaba una labor, los rusos agradecidos le
preguntaban por el costo de la misma, el criollo no sabía poner precio a
su trabajo y entonces decía:
“¿Y qué le puedo cobrar por la gauchada? Deje a su gusto nomás”
Y entonces los rusos le daban algunos pesos, pero enseguida le agregaban
algo de carne salada, un frasco de pepinos y “la patrona” corría a
alcanzarle algún trozo de torta de miel a l que pronto se habituó el
Cholo.
Cuando sinceramente les pedía que no le dieran más cosas pues no podría
llevarlas sobre su caballo, le decían que era una mitzve, término que
por supuesto era inentendible para el criollo como tantos otros de la
jerga del los “rusos”.
El Cholo pronto comprendió que estos “rusos” eran gente muy distinta a
la que él conociera hasta entonces, no se “mamaban” (emborrachaban)
aunque el vino no faltara en sus mesas, no usaban “faca” (daga criolla)
ni eran adictos a las
peleas. Lo peor es que no acostumbraban a matear, cosa que fueron
aprendiendo de a poco; menos mal que él llevaba su “guampa” (cuerno) con
yerba y podía zafar de ese té oscuro que tomaban con un terrón de
azúcar entre los dientes.
No pasó mucho tiempo hasta que los negros ojos de una muchacha del lugar
flecharon al pobre gaucho poniéndolo, según su expresión, “más pavote
que nunca”. Mercedes trabajaba en lo de Don David, trabajar es un decir,
porque en realidad era una más de la casa, pero por ser del lugar
conocía mejor los trabajos de una vivienda de chacra y por eso ayudaba a
“la patrona” en lo que podía, porque ésta con sus numerosos hijos,
carecía de tiempo para atender su hogar.
Para Mercedes ya no había misterios en “los rusos”, hasta les entendía
la “jeringoza” aunque no la hablaba de corrido, pero era capaz de
introducir términos de la jerga extraña en sus conversaciones con el
Cholo.
Para desgracia del criollo, Mercedes no sólo había incorporado el idioma
sino también las costumbres de los rusos, así que cuando el gaucho
quiso “llevarla en ancas”, se encontró con una firme resistencia, la
chica o se “casoreaba” o no se iba de la casa de Don David, que era su
propia casa.
Rumiando la bronca, el hombre se veía limitado a las “visitas de
cortesía” al rancho o a los ocasionales bailes del pueblo, donde
Mercedes siempre estaba al alcance de la vista de alguien (o de todos) y
si no, alguno de los párvulos de Don David quedaba de ladero y no se
iba aunque lo atiborrara de caramelos.
Al Cholo no le quedó más remedio que pensar en “sentar cabeza”.
Consiguió un lotecito de campo cerca de la colonia, tenía un molino
viejo pero había buena
agua, de la casa ya no quedaba casi nada de lo que dejara el ocupante,
pues el viento y la arena habían hecho una permanente y efectiva obra de
devastación.
Los primeros días el joven los pasó “al sereno” (a la intemperie) como
siempre había vivido, hasta que pudo conseguir unos pocos tirantes y
algunas chapas de segunda.
En una de las visitas a Mercedes, hizo saber que iba a empezar a
construir un rancho y acordó con Don David para “que le dieran una
manito” en la empresa que acometía.
El día que empezó a levantar la casa no sabía ni por dónde empezar,
hasta que llegó Mercedes con su familia adoptiva. Todos se pusieron a
trabajar, al rato llegaron otros “rusos” y no sólo para trabajar, sino
que uno trajo unas ventanas que le sobraban, otro unas puertas, un
tercero trajo sus caballos para pisar adobe y así, sucesivamente, todos
pusieron algo de ellos para erigir la vivienda del Cholo.
Cada vez que él agradecía “la gauchada” que le hacían los rusos con su
solidaridad, recibía la misma respuesta: “Es una Mitzve”, con lo cual el
criollo se quedaba en “ayunas”, pero interpretó que era el equivalente
de “una gauchada” y como tal la agradecía.
La obra fue avanzando, cada vez que el Cholo iba a un campo para hacer
un trabajo, recibía algún elemento que le sería útil en su futura
chacra, esto llegó a tal punto que ya no iba a los campos a caballo sino
en una volanta que, curiosamente, le diera don Simón (un vecino) porque
era “una mitzve” y de esa manera, cada día traía su carro cargado con
distintos objetos o materiales que incorporaba en su propiedad.
Los viernes a la tardecita se aseaba y se dirigía hacia lo de Mercedes.
Sabía que al día siguiente no habría ninguna actividad así que
disfrutaba de la cena en la que todos cantaban y aunque no entendía lo
que decían, la alegría era contagiosa. Además, para ese entonces Cholo
ya no veía más que por los ojos de su “prenda” y disfrutaba viéndola
reír y cantar.
Por fin a Cholo Gaitán le llegó el gran día, buscó temprano a su novia y
juntos fueron al Registro Civil de donde salieron con la “libreta de
casorio”. Luego y por un pedido que don David hiciera a Mercedes, fueron
a la capilla pues “el ruso” insistía con que la unión tenía que estar
bendecida desde el cielo y aunque no entró a la ceremonia, los estuvo
esperando a la salida donde abrazó
y besó a la novia a quien despedía como a una hija diciendo “Mazal tov”
“Mazal tov” (buena suerte), término que el novio no entendió como tantos
otros que usaban los rusos.
Llegaron a su rancho blanqueado a la cal, pensaba que por fin tendría a
su esposa para sí, no contaba con sus vecinos deseosos de hacer
“mitzves”. Los mismos muchachos a los que él había enseñado a carnear y a
hacer los asados, les habían preparado uno grande en su honor. No faltó
ninguno de los rusos, al pobre Cholo hasta lo hicieron bailar y cada
uno dejó algún obsequio útil para la joven pareja, ni se molestaban en
agradecer, sabían que eran “mitzves”.
Lentamente fue armando su chacra: por unos potros amansados le dieron
una vaca lechera, a cambio de una línea de alambrado consiguió semillas y
así, de a poco, intentó ser un chacarero para tener querencia fija que
los críos (que ya venían en camino) podrían disfrutar, sin ser llevados
como lo fuera él de un lado para otro como los “cardos rusos” que
arrastra el vendaval.
Los “hermanos rusos” de Mercedes venían seguido a visitarlos, siempre
traían entre otras cosas la torta de miel a la que el criollo ya se
había acostumbrado y como le hablaban en un castellano comprensible,
Cholo podía preguntarles cosas que los rusos le contestaban pero él no
comprendía.
En una sobremesa les preguntó: ¿por qué cuando ustedes hacen un favor a
alguien dicen que es una “mitzve”?, no sería más fácil decir que es una
“gauchada”?
Uno de los muchachos trató de explicarle la diferencia y le dijo:
La “mitzve” es obligatoria hacerla, mientras que “la gauchada” es voluntaria
-¿Por qué es obligación?-preguntó Cholo
-Porque así está ordenado en la Biblia
-¿Y para qué hay que cumplirla?
-Porque te hace sentir mejor a vos y a quien la recibe
-¿Y si no la cumplo?
-No serás mejor persona
-Pero no tendré castigo
-¡Sí! Al no lograr mejorar como ser humano.
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